En este texto seminal de mediados de los cincuenta, el joven José Luis Cuevas critica la política cultural del gobierno mexicano que, después de tres décadas, seguía favoreciendo al arte nacionalista, particularmente en su vertiente muralista. A través de la narración de un cuento, Cuevas expone —de manera irónica— las imposiciones artísticas del Estado Mexicano sobre los jóvenes artistas. En el cuento, éstos, con tal de obtener apoyos e iniciar una carrera en el mundo del arte, tienen que renunciar a sus búsquedas vanguardistas teniendo que adoptar, en cambio, el estilo de los viejos muralistas, Orozco, Rivera, Siqueiros y demás. Cuevas señala que la cerrazón nacionalista es una especie de “cortina del nopal” que impide a los jóvenes artistas saber lo que está sucediendo en la escena internacional y, por lo tanto, participar en ella. Por eso, Cuevas concluye que, por el bien del arte mexicano, se debe acabar con dicha cortina. Más aún, se deben crear vías que comuniquen a los mexicanos con el arte mundial de ese momento.
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