Última actualización: 04/05/2012
UNA ENVEJECIDA CIUDAD APUESTA A UN ALCALDE JOVEN PARA REVIVIR
YUBARI, Japón – La mayoría de los jóvenes ya salieron de esta ciudad de calles vacías y escuelas cerradas, cuyo gobierno local en bancarrota se colapsó bajo las cargas de la deuda y la demografía, que siempre van juntas, y están aquejando lentamente al resto de Japón.
YUBARI, Japón – La mayoría de los jóvenes ya salieron de esta ciudad de calles vacías y escuelas cerradas, cuyo gobierno local en bancarrota se colapsó bajo las cargas de la deuda y la demografía, que siempre van juntas, y están aquejando lentamente al resto de Japón.
Ahora, Yubari, un municipio que fuera carbonero, en Hokkaido, la principal isla en la parte más al norte de Japón, espera que un salvador insólito pueda cambiar radicalmente su prolongado declive: un alcalde novato, con 31 años de edad, que ha llegado a simbolizar la lucha que confronta a los jóvenes japoneses en el país más envejecido y endeudado del mundo.
“Japón recorrerá el mismo camino algún día”, dijo Naomichi Suzuki, quien hace un año en abril se convirtió en el alcalde más joven del municipio, cuya población es la que envejece más rápidamente en el país. “Si no podemos salvar a Yubari, ¿qué significará para el resto de Japón?”.
En efecto, la difícil situación de la municipalidad y su intento por contraatacar – que se ha convertido en trama para los medios informativos nacionales – podría ofrecer una mirada del futuro de Japón.
La población total de Japón cayó en un cuarto de millón récord, a 127.8 millones de habitantes el año pasado, afectada por el descenso en las tasas de nacimiento y la gente que se va a otros países. Se espera que para 2060, la población de Japón haya descendido un tercio adicional, a apenas 87 millones de habitantes, y 40 por ciento de los que queden tendrá más de 65 años de edad. La deuda nacional de Japón no le ha preocupado al mundo como la europea. Sin embargo, tras años de gasto gubernamental para apuntalar a la economía – los pagarés públicos han brotado como hongos a casi 12,000 billones de dólares, más del doble del tamaño de su economía y la carga más pesada de deuda gubernamental en el mundo. (Su hacienda puede seguir financiando esa deuda con la emisión de bonos gubernamentales porque Japón, como Estados Unidos, aún es un centro mundial de inversiones.)
Sin embargo, en Yubari, la desaparición demográfica y fiscal avanza con rapidez. La población del municipio cayó 90 por ciento desde sus buenos tiempos como centro de la minería del carbón en los 1950 y 1960. Actualmente, menos de 10,500 personas viven en una zona geográfica aproximadamente del tamaño de la Ciudad de Nueva York. Y de los habitantes que quedan en Yubari, casi la mitad es mayor de 65 años.
Y, a diferencia del gobierno nacional, Yubari ya se enfrentó a su hora de la verdad con los acreedores. Paralizado por el cierre de sus minas de carbón cuando Japón empezaba a utilizar combustibles a base de petróleo y energía nuclear, y después de un intento fallido por revivir su economía de turismo con subsidios del gobierno central, Yubari quebró en 2007, con una deuda de más de 400 millones de dólares con los tenedores de bonos municipales.
De conformidad con las leyes japonesas, esa deuda se tiene que liquidar con una reorganización por bancarrota, según la cual tendrá que trabajar el ayuntamiento los próximos 15 años.
Los servicios municipales se redujeron drásticamente, y la fuerza laboral pública de cerca de 300 trabajadores quedó en la mitad. Se cancelaron los festivales de invierno de Yubari, se cerró el baño público y se fusionaron en una sola las seis escuelas primarias. El turismo local se vio aún más afectado en los días posteriores al tsunami de 2011.
Yubari redujo el presupuesto para limpiar la nieve y su apreciado museo de arte se colapsó bajo el peso de la nieve acumulada. No hubo dinero para la reconstrucción.
Hasta los productores del afamado melón cantalupo de la región, que se puede vender en casi 100 dólares cada uno, batallan porque la generación más joven abandonó las granjas en busca de mejores empleos en otras partes. Entre tanto, el puñado de compañías que todavía están aquí se quejan por la escasez de trabajadores; sólo cuatro de los 20 empleados de la planta farmacéutica Yubari Tsumura no hacen el recorrido cotidiano desde otras partes fuera de la ciudad.
“Se necesita hacer algo para detener la sangría”, dijo Shizuo Shibata, de 77 años, un empleado retirado del distrito educativo, quien ha pasado toda su vida en Yubari. “Pero cualquiera que tiene posibilidades se está yendo”.
Fue por estas profundidades de desesperación que despacharon a Suzuki, a la sazón un servidor público de 26 años en el departamento de bienestar social del ayuntamiento de Tokio, a Yubari con una comisión de un año otorgada por el gobierno metropolitano.
A decir de todos, se compenetró rápidamente con los lugareños, fue voluntario en su tiempo libre para ayudar a resucitar el festival anual de cine del municipio y visitaba con regularidad a sus vecinos de mayor edad.
(Suzuki reconoce que no tenía otras cosas que hacer en las largas noches de invierno.) Al mismo tiempo, el personal más joven del ayuntamiento llegó a considerarlo un dirigente generacional.
Suzuki empezó a defender una forma nueva de pensar en Yubari: ¿Qué pasaría si el ayuntamiento pudiera hacer más para salvaguardar los servicios públicos más esenciales, en tanto negocia mejores términos para el pago de su deuda con el gobierno central?
Empezó un estudio puerta a puerta para captar mejor cómo afectan los recortes municipales al nivel de vida. Asimismo, impulsó que el ayuntamiento estableciera reuniones regulares triples con el gobierno central y la prefectura de Hokkaido, para hablar sobre los pagos de la deuda de Yubari.
A finales de 2010, ocho meses después de que Suzuki había retornado a su antiguo empleo en el gobierno de Tokio, un grupo de yubareños lo fue a visitar con una petición atrevida: regrese al municipio, y contienda para la alcaldía. “Necesitábamos romper con el pasado, y él representa un nuevo comienzo”, comentó Naoya Sawada, de 44 años, un emprendedor y de los primeros partidarios de Suzuki, quien organiza el reactivado festival de cine de Yubari. “Es joven y es gente de fuera, pero en Yubari, eso podría ser algo bueno”.
No obstante, Suzuki no se había probado en lo político y era relativamente desconocido. Parecía que tenía pocas esperanzas contra el titular del cargo, Hajime Fujikura, un ex ejecutivo de la industria automotriz, con 70 años de edad, o el otro contendiente, Yukari Iijima, de 46 años, ex parlamentario nacional.
Entonces, sucedió algo asombroso en este país, dominado, en general, por las filas de mayor edad. Fujikura, al enterarse de la posible candidatura del joven Suzuki, declaró que se haría a un lado y se conformaría con un asiento en el consejo municipal.
Envalentonado, el equipo de Suzuki desató toda una campaña. Suzuki caminó arduamente por la nieve abundante y mostró su gran sonrisa, visitó más de 5,000 de los 6,000 hogares del municipio para exponer su mensaje: se puede salvar a Yubari. El gobernador de Tokio, Shintaro Ishihara, voló a Yubari para alentar a su ex empleado.
Una asistencia récord del electorado produjo una victoria arrolladora para Suzuki sobre Iijima, quien miraba fijamente, estupefacto, a las cámaras de los noticieros locales. Los pensionados acudieron en montones al primer discurso político del joven alcalde en el consejo municipal, algunos con camisetas de los partidarios de Suzuki.
En su primer año, Suzuki se ha movilizado rápidamente, abolió el cargo de vicealcalde y colocó el ahorro resultante del salario en la atención médica para los infantes del municipio. Está vendiendo parte de las malas inversiones del ayuntamiento, como Melon Castle, una fábrica de licor que está abandonada al pie de las colinas de Yubari.
“Es como un hijo o un nieto para muchos de nosotros”, comentó Machiko Yoshikawa, de 64 años, un retirado. “Trabaja tan duro por Yubari”.
Suzuki también ha presionado al gobierno central para que acorte el programa de pagos de la deuda de Yubari, con lo cual el ayuntamiento quedaría libre más pronto de las restricciones presupuestarias por operar bajo protección debido a la bancarrota.
Sin embargo, debido a que los ingresos fiscales también están bajando en la dura economía, la reestructuración de la deuda sería una hazaña.
La carencia crónica de fondos también ha retrasado el progreso se Suzuki. Por ejemplo, se pospusieron arreglos muy necesarios a la única clínica pública del municipio, un edificio gris que se está viniendo abajo, que perdió casi todas las 170 camas, menos 19, cuando se colapsaron las finanzas del ayuntamiento.
Entre tanto, empleados municipales se quejan en privado de que Suzuki sacudió tanto al personal del consejo municipal que desorganizó sus asuntos.
Los partidarios del derrotado Iijima dominan el consejo municipal por lo que bloquean las propuestas del joven alcalde y le lanzan críticas.
No obstante, los críticos no pueden negar que Suzuki se está sacrificando por Yubari. No sólo es el alcalde más joven de Japón, sino también se cree que es al que menos se le paga. Su salario anual de 3.74 millones de yenes (unos 46,000 dólares) es un tercio menos de lo que ganaba en Tokio y menos de muchos salarios en el primer año de empleo ahí.
Le negaron inicialmente un préstamo para comprar una casa en una unidad habitacional de 60 años de antigüedad en Yubari, porque el periodo de cuatro años como alcalde no cubre el requisito de cinco años de antigüedad en un empleo en las nuevas hipotecas. Y Suzuki y Manami, su esposa durante casi un año, registraron el matrimonio en el consejo municipal pero no saben con certeza cuándo podrán pagar la boda. “Yubari y yo tenemos una montaña de deudas”, bromea Suzuki.
“En muchas formas, no es culpa de mi generación que Japón tenga tanta deuda”, dijo. “Pero culpar a otros no nos lleva a ninguna parte. Sólo necesitamos encontrar una forma de avanzar. Es la responsabilidad de todos nosotros, los que nacimos en esta época”.
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